Mujer indigente demuestra que el Gobierno le debe 100.000$

Wanda Witter no siempre vivió en las calles. Después de perder su empleo como operadora, esta mujer de 80 años se fue a vivir con su hija y se formó como auxiliar jurídico. En 1999, cuando terminó su formación, se mudó a Washington D.C. para buscar un nuevo trabajo. 

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Pero el mercado de trabajo le dio la espalda a esta señora mayor, y sus escasos y temporales recursos no fueron suficientes para pagar el alquiler. Entonces, terminó convirtiéndose en una indigente más de la capital: la anciana dormía en un saco de dormir en la acera y de vez en cuando se refugiaba en un albergue del Estado. Había trabajado toda su vida y pagado sus cuotas de la Seguridad Social, así que, en medio de su difícil situación, empezó a luchar para recibir los beneficios que le correspondían. Desde el 2006, empezó a recibir cheques de la Seguridad Social, pero muy pronto se dio cuenta de que había un error. Las cantidades mensuales variaban demasiado, entre los 300$ y los 900$.

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Ella pidió las aclaraciones pertinentes, pero nadie se tomó la molestia de investigar. Wanda sabía que nadie le creería después de haber cobrado los cheques, así que regresó cada uno de ellos a la institución.

Wanda no le había dado a su familia ninguna dirección en Washington. Cuando finalmente su hija, quien estaba extremadamente preocupada, la localizó, trató de convencerla de que dejara las calles y regresara a vivir con ella. Wanda se negó. Ella iba a seguir vagando hasta que el Gobierno le diera lo que debía.

Empezó a organizar en carpetas su correspondencia con la institución. En el transcurso del tiempo, llenó tres maletas con carpetas, que llevaba a todos lados con ella. Nadie creía su historia; alguien llegó a pensar que padecía demencia. "Siguieron creyendo que estaba loca; me decían que me deshiciera de esas maletas", dijo.

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Dieciséis largos años después de haberse convertido en indigente, Wanda seguía viviendo en las calles. Un día conoció en el refugio a Julie Turner, una trabajadora social, quien le echó un vistazo a sus documentos. Al principio lo hizo para hacerle un favor a la anciana, pero después, cuando continuó leyendo el papeleo, se quedó atónita.

"Tenía toda la documentación ahí, perfectamente ordenada. Tenía toda la razón. Ellos le debían todo el dinero que ella reclamaba", dijo Julie. 

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Ella consiguió un abogado para Wanda, y ambos pusieron una demanda legal. El 23 de agosto, Wanda recibió la noticia de que le habían depositado 99.999$ en su cuenta de banco —la suma más cuantiosa autorizada por la Seguridad Social—. Todo parece indicar que recibirá aun más dinero.

Alquiló un pequeño apartamento en Capitol Hill; casi una década después, tiene de nuevo un techo donde vivir. Aún no se ha atrevido a comprar algo más que un colchón y una almohada. Todavía no puede creer que realmente ha recibido el dinero.

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Sin el interés de esa trabajadora social que se preocupó por su caso, nunca se habría descubierto que esta anciana tenaz, tachada de loca, tenía toda la razón.

Qué bien que Wanda no se dio por vencida y siguió exigiendo sus derechos, y una mención especial a Julie Turner por jugar un papel fundamental en esta historia con final feliz. ¡Les deseamos que se reencuentren muy pronto para brindar con champaña en su nuevo hogar!

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