Genial historia de una hija raptada que toma las riendas de su vida

A los 12 años, Sarah Finkelstein se preparaba para ir a la escuela mientras desayunaba sus cereales favoritos. Cuando se fijó en el cartón de leche del que se servía, notó que había una foto suya junto a la palabra 'DESAPARECIDA'. Su primera reacción fue echar la leche por el fregadero y tirar el cartón a la basura. Ella no quería que la familia con la que se estaba hospedando descubriese su verdadera identidad. Porque lo cierto es que Sarah no se llamaba Sarah, y que por entonces ya llevaba 8 años a la fuga.

YouTube/Tube99

Rebobinemos. En 1974, el químico norteamericano Herbert Finkelstein vivía en Noruega. Allí conoció a Tone, una mujer con la que se casó. Juntos tuvieron una hija a la que llamaron Cecilie. Cuando su matrimonio se empezó a deteriorar, Tone intentó ser civilizada y dejaba que Herbert viera a Cecilie. Un día de abril su padre debería haber pasado el día con ella en el parque y luego llevársela a su madre para la cena. Pero en lugar de eso, Hebert llevó a Cecilie al aeropuerto y se montaron en un avión a Nueva York. Cuando aterrizaron, le cambió el nombre de Cecilie a Sarah. Con solo 4 años, había sido raptada por su propio padre.

YouTube/Tube99

Para empezar una nueva vida en Nueva York, Herbert se integró en la comunidad judía ortodoxa. Allí escondió a 'Sarah' de su madre, que llegó a volar a Estados Unidos y a contratar a un detective para encontrar a su hija. Pero no lo consiguió. Y cuando Sarah preguntaba por su madre, Herbert le contaba que habían huido de ella porque era partidaria de los nazis y el Holocausto.

Pasaron años viviendo de ciudad en ciudad, siendo acogidos por las respectivas comunidades judías de cada una. Herbert mostraba un poquito de corazón al mandarle fotos de Sarah a su madre, para que ella supiera que su hija estaba bien. Pero siempre lo hacía desde una ciudad de la que estaban a punto de mudarse, de forma que ella nunca pudiera encontrarlos.

YouTube/Tube99

Y aquí es donde volvemos al principio de la historia: la madre de Sarah mandó una de esas fotos a la compañía de productos lácteos que puso las fotos de la niña en los cartones de leche, con esperanzas de que alguien la reconociera. También puso su número de teléfono en caso de que su hija lo viera y quisiera ponerse en contacto con ella. Sarah se guardó ese número.

Pero no fue hasta años más tarde cuando se decidió a llamar. Un amigo de su padre abusó sexualmente de ella. La adolescente Sarah no podía más y, con 18 años, decidió separarse de su padre y marcar el número que tenía guardado desde hace años. Una dulce voz al otro lado preguntó "Hallo?", a lo que Sarah respondió "Hola, soy tu hija".

Madre e hija se reencontraron en un hotel en Nueva York. Pero Tone quería que su hija la amase mucho desde el principio, ya que estaba muy dolida por todos los años que habían pasado separadas. Y Sarah no sabía cómo darle ese amor, ya que habían pasado 14 años desde que se vieron por última vez, el día que su padre la llevó contra su voluntad a los Estados Unidos. Cuando su madre se volvió a Noruega, su vida se quebró. Sarah tuvo problemas de anorexia y depresión, y pasó tiempo en un hospital psiquiátrico.

Pero con el tiempo se recuperó. Veía a su madre una vez al mes. Estudió con éxito una carrera de Política Social, y se casó con un hombre que conoció en una página web de citas de vegetarianos. La boda fue en Noruega, con la madre de Sarah entre los invitados. Se quedaron a vivir en su país natal durante 10 años.

YouTube/Tube99

Sarah ahora tiene una vida plena y feliz con su familia. Su marido es una fuente de estabilidad en su vida, algo que no había tenido nunca antes. Lo mismo que la relación con su madre de la que ahora disfruta, que era algo que había echado siempre en falta. Por otro lado, no vio a su padre en 20 años. Él ahora vive en Israel, solo, y no goza de la mejor salud. Él nunca le pidió perdón a Sarah. Pero ella lo ha perdonado igualmente, sabedora de que guardar rencor hacia alguien nunca hace bien.

En este minidocumental, en inglés, hay más detalles sobre este caso:

Por suerte, esta historia tiene final feliz. Pero no todas son así. Los raptos de niños por parte de sus propios padres son bastante más comunes de lo que pensamos, y a menudo las víctimas ni siquiera saben que lo son, puesto que confían ciegamente en sus progenitores. Ojalá todos acaben saliendo adelante con el mismo resultado que Sarah/Cecilie.

Créditos:

pix11

Comentarios

Más de Nolocreo