Lucha bajo el sol para poder llevar a su esposa paralítica a la playa

Cualquiera que haya visitado recientemente el sur de Europa sabe que, en la mayoría de los lugares, las temperaturas son excepcionalmente altas, incluso cerca del mar. Todos están padeciendo la ola de calor típica del verano, pero los ancianos lo pasan mucho peor. Por esta razón, el bloguero y fotógrafo italiano Enrico Galletti se quedó atónito ante una escena que presenció en la playa. Bajo los rayos abrasadores del sol, un hombre mayor se empeñaba en empujar una silla de ruedas con su esposa paralítica por un camino de arena. Quería que ella disfrutara la vista del mar y su refrescante brisa. De repente, todos los que estaban alrededor guardaron silencio.

La foto que tomó Enrico se hizo viral enseguida, y es fácil comprender por qué. Pero sus palabras tocaron las fibras más sensibles de muchas personas, ya que nos invitan a reflexionar. Léelas por ti mismo:

Tre chilometri. Dal parcheggio alla riva del mare. Un mare blu e cristallino. E lui l’ha voluta portare proprio lì, in...

Pubblicato da Enrico Galletti su Lunedì 7 agosto 2017

"Tres kilómetros desde el aparcamiento hasta la costa: un mar azul y cristalino. Él quería traerla hasta aquí, a Cerdeña, a una de las playas más hermosas, pero también más difíciles de acceder en coche. Y hoy precisamente, cuando los termómetros registran 39 ºC. Al parecer, ella está paralítica. Él, con un sombrero de paja en la cabeza, se limpia las gotas de sudor una y otra vez. Una caminata de 3 kilómetros bajo el sol antes de alcanzar la playa, con su esposa en silla de ruedas.

39 ºC, hora pico. Todos los bañistas lo miraban asombrados mientras él, un hombre de 70 años, caminaba cuesta arriba, por un trecho de arena ardiendo. Le pregunté a este hombre, quien de repente me hizo consciente de la suerte que tengo al contar con dos piernas sanas, si necesitaba ayuda. "No se preocupe", contestó como si nada, "ya estoy acostumbrado". "¿A qué?", me pregunté en silencio, y nosotros tres nos miramos mutuamente y lo ayudamos a arrastrar la silla de ruedas. 

Ese señor, no diré su nombre, nos dejó claro que está acostumbrado a lidiar con la discapacidad de su esposa, aquella chica bronceada que conoció hace treinta años y de la que se enamoró de inmediato. La misma mujer que ahora estaba aquí, sentada en una silla de ruedas, con una sonrisa como única defensa. Fuerte, genuina, sincera. "En las buenas y en las malas", pensé. "En la salud y en la enfermedad". Seguimos arrastrando la silla de ruedas. Me quedé callado. Luego le preguntamos si quería hacer una pausa y le dijimos que después podíamos llevarla de regreso hasta el aparcamiento. No aceptó y siguió insistiendo: "Ya han hecho demasiado". Otra gota de sudor se escurrió de su frente. "Nunca la dejaré sola". Y una vez más, esta mañana, no la llevó a cualquier lugar. No se detuvo en la primera playa, que estaba mucho más cerca del aparcamiento. La llevó a la mejor. Este hombre con quien esta mujer ha compartido toda una vida. No importa si en 2017 todavía no hay un camino ni asistencia para gente minusválida en este lugar. Pido disculpas por haberles robado esta foto, pero algunas imágenes reflejan historias que merecen ser compartidas, con todo el respeto para las personas involucradas. 

La mujer nos dio las gracias con una sonrisa porque le parecíamos "interesantes". Ambos sonrieron. Les di las gracias un poco incómodo. Nos despedimos. Regresé a refugiarme debajo de mi sombrilla de playa, y ellos empezaron a descender el largo camino hasta el aparcamiento. A los pocos minutos, desaparecieron por la estrecha y sucia vereda. Me quedé desconcertado, deseando encontrármelos una segunda vez. Pero quizás no era necesario. En realidad no lo es. Porque el silencio sigue hablando por ellos. Y al final, todo tiene sentido. Amor, amor verdadero es lo que había ahí".

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