Una chica ucraniana es criada durante años por perros salvajes

Todos conocemos la historia de Tarzán, ese niño criado en la jungla que vive mil y una aventuras. La idea del humano que se comporta como un animal es un tema recurrente en la literatura, pero en la vida real, ¿es posible ser criado al margen de la civilización? ¿Se puede vivir sin aprender las reglas básicas de nuestra sociedad?

La siguiente historia parece ficción, pero no lo es: se trata de Oxana Malaya, la "chica-perro". Esta chica nació completamente sana un frío mes de noviembre de 1983 en Ucrania. Sus padres eran unos alcohólicos que, no siendo capaces de cuidarse a sí mismos y mucho menos a un bebé, abandonaron a su hija. Con esto no me refiero a que la dejaron en algún lugar y luego se fueron: al contrario, la niña vivía con ellos, pero era completamente ignorada por sus padres.

Puede parecer obvio, pero el amor y el afecto son dos elementos imprescindibles en el desarrollo como personas en la sociedad, y cuando se carece de ello, las consecuencias hacen mella de por vida. A Oxana nunca le habían dado un abrazo, ni mimado, ni regañado. Nadie se preocupaba por ella.

Así que un día, aún siendo una niña, Oxana se fue. Salió al jardín y se instaló a la intemperie. Sus padres ni siquiera se dieron cuenta. Pero a ella no le importó, porque ahora tenía una nueva familia: los perros salvajes que allí habitaban. Oxana lo aprendió todo de ellos: a andar (a cuatro patas), a comer (del suelo), a bañarse (pero no en una bañera)... e incluso a ladrar. Era uno de ellos. Parecía que había encontrado, por fin, su lugar en el mundo.

Pasaron 5 años, hasta que llegó el día en el que un trabajador social la encontró. Lo que ese hombre vio no era normal: tenía el cuerpo de una niña de casi 8 años, pero actuaba completamente como un perro. No poseía ninguna cualidad humana, ni siquiera era capaz de comunicarse. Alarmado, quitó la custodia de la niña a sus padres y llevó inmediatamente a Oxana a un orfanato. Oxana comenzó a asistir a la escuela, donde los profesores dijeron que tenía un comportamiento muy agresivo y bastante subdesarrollado en higiene y capacidades sociales. Incluso había intentado morderles. Para calmarla, los tutores tenían que utilizar un palo.

A pesar de todo esto, la "chica-perro" entró en la escuela secundaria cuatro años después, donde estuvo 6 meses hasta que sus profesores decidieron que ese no era su lugar, y que necesitaba ayuda profesional. Así que la transfirieron a una escuela especial para niños con problemas. Allí le enseñaron a hablar y a caminar correctamente. Tardaron 5 años en conseguir que Oxana se comportara como una niña "normal" de su edad. Tenía unos 13 años.

Ahora, Oxana es una mujer más o menos integrada en la sociedad, aunque nunca podrá estarlo del todo. Tiene amigos, un trabajo ordeñando vacas en una granja y hasta novio. Sin embargo, ha bloqueado los recuerdos de su infancia, y dice no acordarse de mucho, aunque confiesa que, cuando está sola en su cuarto, camina a cuatro patas, tal y como aprendió de niña. Y es que, por mucho que intente adaptarse al mundo civilizado, el alma salvaje siempre vivirá dentro de ella.

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