Una familia escribe un obituario especial para una mujer especial

A nadie le gusta pensar sobre la muerte, pero en algún momento u otro todos nos hemos preguntado qué dirán nuestros amigos y familia sobre nosotros en el día de nuestro funeral, o qué pondrá en nuestro obituario.  Cuando Mary Patricia "Pat" Stocks, de Toronto, Canadá, supo que pronto le llegaría su hora, avisó a todos sus seres queridos de que no quería un obituario sombrío y deprimente. Y hace poco, a los 94 años, falleció. Y su hijo cumplió su deseo.

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Los hijos de Pat la describen como una mujer "maravillosamente disfuncional" y no les sorprendió que quisiera un obituario especial. Aquí dejamos un trozo de la versión que compartieron que un periódico de Toronto:

"…Ella nos dejó un montonazo de cosas inútiles a sus hijos y no sabemos qué hacer con ellas. Así que si quieres dos televisiones enormes de los 90, una cigüeña de cerámica para apoyar los paraguas o los bastones, una tostadora (usada) o hasta un auto viejo con un alerón (ya que a ella le gustaba darle caña al acelerador) con solo 71.000 kilómetros, deberías esperar un tiempo para que no quede feo que venda sus pertenencias y luego ya te pones en contacto conmigo.

Mañana ya habrá pasado suficiente tiempo, creo yo.

Esto no es un anuncio de una casa de empeños, sino el obituario de una gran mujer, madre, abuela y bisabuela que nació el 12 de mayo de 1921 en Toronto… Ahora deja atrás a una familia disfuncional de la que estaba muy orgullosa. Pat era mundialmente famosa por su falta de paciencia, por no guardarse sus opiniones y por decir las cosas como son. Siempre te decía la verdad aunque no quisieras oírla. Muchas veces nos recordó que ella iba andando a la escuela hasta los días de ventisca, así que teníamos que aguantarnos.

Una vez dicho eso hay que reconocer que ella era excesivamente auténtica. Su extenso vocabulario incluía más palabrotas de las que la mayoría puede llegar a conocer en toda una vida. Además, también era amante de su jardín de rocas que nosotros teníamos que mantener limpio, ya que, según ella, la esclavitud de niños era legal por aquel entonces.

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Estas palabras de apoyo, sabiduría y a veces confort nos mantenían a raya. Todo el mundo sabía que estábamos a su lado. Pero a ella o le gustabas o no, era todo o blanco o negro. Nosotros sus hijos aún no tenemos muy claro en cuál de los dos extremos estábamos, aunque sabíamos que nos quería.

Era una cocinera experta. Creía firmemente en sobrecocinar todo hasta que pareciera que estabas comiendo plástico. Pero así nunca enfermarías porque todos los gérmenes morirían quemados. O congelados, ya que nuestros bocadillos estaban duros y fríos, pero sin gérmenes vivos. Nosotros cuatro aprendimos un truco con la servilleta: fingíamos que tosíamos y escupíamos la comida en la servilleta. Y mejor no nos preguntéis por sus salsas caseras...

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Todos la echaremos mucho de menos y nunca olvidaremos su tenacidad, ingenio, encanto, gracia (cuando era pertinente) y amor y cariño infinito hacia nosotros.

Para sus amigos de la infancia, la fiesta se celebrará con ella presente, una vez se encuentre con ellos en el Cielo.

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Por favor, tenga en cuenta que Pat ha cambiado su dirección; ahora vive en la iglesia de St John’s York Mills, en el número 19 de Don Ridge Drive, a 12 puertas de donde descansa Shelley”.

Si quieres saber más sobre el hijo de Sandy, el autor de este obituario tan especial, puedes ver esta entrevista, en inglés:

No es un obituario más, desde luego. Pero viendo cómo su hijo la describe, es bastante obvio que es lo que a Pat le hubiese gustado. Y también es un buen final a una vida llena de humor.

Créditos:

nicerdays

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