Sus padres lo colman de amor y felicidad sus últimos meses de vida

Ayden Zeigler-Kohler tenía nueve años, vivía en Pensilvania y era un niño feliz: corría, saltaba, jugaba al fútbol. Le encantaba moverse y amaba los deportes. 

Pero en agosto de 2016, todo cambió para Ayden y sus papás. Se encontraba en medio de un entrenamiento de fútbol cuando se derrumbó de repente. 

En el hospital les informaron a los preocupados padres que su hijo solo tenía una contusión. Pero Ayden no mejoró. Cada vez tenía más problemas con el habla y sus habilidades motrices. Después de una revisión más profunda, los médicos les dieron una terrible noticia a los padres de Ayden: tenía cáncer, dos tumores en el cerebro. 

Los médicos se enfrentaban a un glioma pontino intrínseco difuso (GPID), un tumor cerebral poco frecuente. En Estados Unidos y Europa solo existen 300 casos de niños con este tipo de cáncer. Por desgracia, el GPID es un tipo de cáncer especialmente peligroso y muy difícil de curar. Menos del 1% de los niños que lo padecen sobreviven los próximos cinco años, por lo que es el tumor cerebral infantil más letal. 

Los tumores no podían ser extirpados mediante cirugía, y los médicos calcularon que a Ayden le quedaban unos 12 meses de vida.

Su padre, Bill Kohler, era un soldado retirado que estuvo en la guerra de Iraq  y había sido paramédico en el Ejército. Ahora solo observaba con impotencia cómo su hijo se debilitaba cada vez más. Se informó sobre todos los tratamientos y  terapias imaginables, pero al final siempre obtenía la misma respuesta: el caso de Ayden estaba más allá de la ciencia médica. 

Después de que Bill pasara meses gastando toda su energía en la búsqueda de la cura para su hijo, se detuvo a reflexionar sobre el valioso tiempo que le quedada. Él y Ayden empezaron a compartir todos los momentos de su vida: acudían a muchos partidos de fútbol y hacían muchas excursiones en el bosque.

Debido a la progresiva debilidad de Ayden, a sus padres les resultaba cada vez más difícil realizar las actividades favoritas de su hijo, pero aun así, no se dieron por vencidos. Con la ayuda de un trabajador social, Ayden creó un libro de deseos, en el cual escribía las cosas que más anhelaba. Sus padres leían sus textos para cumplir cada uno de sus deseos de la mejor manera posible.  

Ayden escribió un deseo estremecedor en su libro: "Si me pongo peor y voy a morir, entonces quiero estar en el bosque". 

A pesar de luchar valientemente, la salud de Ayden se estaba deteriorando rápidamente. Al poco tiempo, le fue imposible caminar, alimentarse por sí mismo, y, finalmente, cada respiración se convirtió en una agónica tortura. Después le hizo a su padre la pregunta más dolorosa que cualquier progenitor pueda escuchar de labios de un hijo. 

"¿Y si no mejoro y me muero?"

Bill le respondió: "Hijo, no importa lo que pase, siempre estaré a tu lado. Todo el camino".

Las  palabras de su padre reconfortaron a Ayden en los últimos días de su enfermedad. El 22 de marzo de 2017, después de una lucha titánica y de solo ocho meses de su terrible diagnóstico, Ayden murió en los brazos de sus padres.

La pena que los padres y hermanos de Ayden han padecido es peor de lo que cualquier persona puede imaginar. El único consuelo que les queda es  saber que colmaron sus últimos meses con amor y compañía; su padre estuvo con él día y noche su última semana.

El GPID, el agresivo tumor que acabó con la vida de Ayden, afecta principalmente a niños entre los cuatro y los once años. La mayoría de los menores que desarrollan este tumor mueren en el lapso de un año. El 17 de mayo es el "Día de la Concienciación del GPID", una fecha que nos recuerda la importancia de promover la investigación para hallar la cura de esta despiadada enfermedad. Ojalá que llegue el día en que nadie tenga que soportar una pérdida tan terrible como la de la familia de Ayden.  

Créditos:

Newsner, PennLive

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