Niño de 9 años muere de cáncer, pero nos deja una importante lección

En 2007 se publicó en Japón un libro llamado "Sigue intentándolo y serás feliz", el tributo de una madre a su hijo Naoya. En él compiló las conversaciones que mantuvo con este en el transcurso de su lucha contra el cáncer. Durante 4 años, la madre vio a su hijo luchar valientemente contra la enfermedad. Naoya era un chico que siempre puso por delante a los demás, que se mantuvo positivo y creyó en el futuro, incluso en los momentos más duros. Las tiernas aunque fuertes palabras de este niño de 9 años, tan motivadoras, han emocionado e inspirado a miles de personas, enseñándoles a no rendirse nunca. 

Naoya Yamazaki nació en 1992 en la prefectura de Kanagawa. De pequeño era un niño feliz como cualquier otro, según su madre. Solo tenía 5 años cuando la enfermedad comenzó. 

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Se trataba de un cáncer maligno llamado sarcoma de Ewing, una extraña enfermedad que afecta solo a 1 de cada 100.000 personas. En esta, las células cancerígenas de los huesos y tejidos blancos son altamente metastáticas. Esto quiere decir que Naoya debía someterse a radiación extra fuerte y agentes anti-cancerígenos para evitar la metástasis en el futuro. Los tumores que le encontraron en las costillas fueron extirpados, pero tuvo que sufrir durante semanas los terribles efectos secundarios de la quimioterapia. 

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Naoya pudo volver a la escuela, pero los tumores volvían a aparecer en diferentes partes de su cuerpo, una y otra vez. Cada una de las veces lo operaron y trataron con quimioterapia. Su madre, Toshiko, se mantuvo siempre a su lado. Ver a su hijo sufriendo tanto le rompía el corazón, y a menudo decía: "Me encantaría cambiarme por él si pudiera". Pero siempre que Naoya la oía decirlo, la convencía de lo contrario.

… Naoya siempre me respondía, convencido.

Agitando la cabeza, decía: "No, tú no puedes. Tengo que ser yo. Solo yo puedo soportarlo. Sería demasiado para ti, mamá”.

Simplemente se negaba…

El dolor provocado por el cáncer era muy fuerte y los efectos secundarios de la quimioterapia, brutales. Pero no solo nunca se quejó, sino que no dejó que su madre se preocupara. En su lugar, siempre intentó animarla. 

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Pese a su fortaleza de espíritu, la enfermedad de Naoya empeoró. En junio de 2001, el cáncer se le había extendido a la médula ósea, lo que significaba que las células cancerígenas se habían extendido por todo su cuerpo...  ya no había nada que pudiera hacerse por él. Naoya tenía 9 años. 

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El dolor aumentaba cada día, pero Naoya tenía verdadera fe en su recuperación y pidió a los médicos que lo operaran, aunque lo único que estos podían darle eran dosis de morfina. Finalmente, la hinchazón de su garganta cerró sus vías respiratorias, y una noche Naoya empezó a tener dificultades para respirar. Al ver a su hijo sacudirse y luchar por respirar, Toshiko sufrió un ataque de pánico y salió del cuarto llorando y llamando al médico a gritos. No podía soportar pensar que eran los últimos momentos de la vida de su hijo.  

Cuando la disnea remitió, los médicos informaron a la desesperada madre que su hijo sobreviviría menos de medio día. Toshiko volvió al cuarto e intentó mantener la calma. Entonces fue cuando Naoya le dijo esto:

“Mamá, si me hubiera muerto entre tanto sufrimiento, sé que te hubieras vuelto loca. Por eso lo intenté con todas mis fuerzas. Aunque fue muy difícil. Sé lo que hiciste por mí, mamá. Gritaste: "¡Que venga un médico, rápido!". No te preocupes, nunca me moriré de esa manera. Quiero vivir y hacerme viejo. Si sigues intentándolo, serás feliz al final. Hubo cosas que fueron muy difíciles, pero al final todo saldrá bien".

Al borde de la muerte y entre tanto sufrimiento, lo primero que le vino a la mente fue tranquilizar a su madre. 

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Naoya exhaló su último suspiro el 2 de julio de 2001. Habían pasado dos semanas desde que los médicos le dieron menos de un día de vida. Se consideró un milagro; algo que la ciencia no podía explicar. Todo el mundo pensó que su increíble fuerza de voluntad es la que lo mantuvo allí. Durante sus días en el hospital, le dijo a una de las enfermeras: 

¿Sabes? No puedo morirme ahora. Mi madre no está preparada mentalmente, y por eso aún no puedo morir. 

Quizás para poder marcharse en paz, tenía que darle a su familia un poco más de tiempo. 

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Habiendo sido diagnosticado con cáncer a la edad de 5 años, y tras 5 metástasis y 4 operaciones, Naoya falleció con solo 9 años. Había pasado casi la mitad de su vida en el hospital, pero luchó con coraje y fue el cariñoso niño de siempre hasta el final. Cuando Naoya murió, su madre no lloró, porque recordaba las palabras de su hijo: “Mamá, no te pongas triste cuando me vaya. Tienes que ser feliz y seguir viviendo. El alma es eterna, incluso cuando el cuerpo ya no está”.

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Los recuerdos de esta madre y la historia de Naoya se han contado tantas veces en los medios de Japón, que ha dado coraje a otros, recordándoles lo importante que es la vida. Si las palabras de Naoya, llenas de amor por su familia y por la vida, te conmovieron tanto como a mí, comparte esta historia con todos tus amigos. 

Naoya perdió su batalla, pero su legado permanece. Cuando pase por algún momento de tristeza, recordaré las palabras de este niño: "Si sigues intentándolo, serás feliz". Hay muchas personas que quieren vivir, pero no pueden. Los que estamos vivos hemos de dar lo mejor de nosotros mismos día a día, y recordar amar a nuestros seres queridos. ¡Gracias, Naoya!

La historia completa (en japonés) a continuación: 

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