Padres de trillizos prematuros dan las gracias a las enfermeras

Stacey Skrysak es periodista y ha vivido muchas experiencias atípicas debido a su trabajo. Hace pocos años ella y su familia decidieron formar una familia y Stacey no tardó en embarazarse. Sin embargo, se encontraron con una gran sorpresa: ¡estaban esperando trillizos! Pero se trataba de un embarazo de alto riesgo, y los bebés (un niño y dos niñas) nacieron 17 semanas antes de tiempo. Una de los niños murió justo después de nacer, pero los otros dos hermanos lucharon con todas sus fuerzas para sobrevivir. Fue una época muy dura para Stacey y Ryan, pero recibieron mucha ayuda del personal de la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCI). Stacey estaba tan agradecida por todo su apoyo que se tomó el tiempo de escribir esto:

"Querida enfermera de la UCI, gracias por ser nuestra asistente milagrosa:

Es un mundo que solo unos cuantos podrán presenciar; un lugar donde los bebés más enfermos tienen una oportunidad de luchar por sus vidas y un lugar al que mi familia llamó "hogar" por casi cuatro meses. Ha sido una experiencia atemorizante. Es un lugar donde la vida se mide en horas, incluso en minutos; donde la vida puede cambiar en un parpadeo. Para mí es un lugar donde la vida y la muerte se encuentran frente a frente. Donde la felicidad de traer a un bebé a casa es tan grande como la pena de ver a tu hijo exhalar por última vez. A pesar de que dos de mis trillizos murieron en el hospital, estoy eternamente agradecida con el personal de la UCI. Es un lugar donde los milagros existen gracias a un grupo de personas a las que quiero llamar trabajadores milagrosos.

Un día después de dar a luz a mis trillizos y solo unas cuantas horas después de la muerte de mi hijo, me permitieron ver el milagro de la vida. Gracias a la enfermera que me presentó por primera vez a mis bebés.

En esos días, mi cuerpo estaba físicamente en el hospital, pero mi mente estaba perdida en las tinieblas. La impresión de ver sus cuerpos de medio kilo, traslúcidos, me dejó exhausta. El cuerpo me falló. Los bebés no suelen sobrevivir cuando nacen con 17 semanas de anticipación. La culpa me rebasó mientras veía las máquinas que mantenían a mis hijos con vida. Pero tú, nuestra enfermera, no me juzgaste en ningún momento, solo me diste alivio y ternura mientras me recordabas que Peyton y Parker estaban en buenas manos. Gracias a ustedes, enfermeras, por haberme dado esperanzas.

Cuando los niños tenían una semana de nacidos, los miré atentamente, veía como sus pechos se extendían y contraían con cada respiración. Mientras miraba con asombro sus diminutas cuerpecitos, ellos me respondieron con una sonrisa. Ustedes me miraron y me preguntaron: "¿Estás lista para cargar a tu hija?". Simplemente asentí con los ojos muy abiertos; era incapaz de decir cualquier cosa. Sostuve a mi hija de solo 453 g por primera vez; sus minúsculas manos se colocaron perfectamente sobre mi pecho. Gracias a la enfermera que me dio el primer empujón. Es un momento que guardaré en mi corazón para siempre. 

Cuando cumplieron cinco semanas, mi marido y yo creímos que nos iban a dar información de rutina sobre nuestros hijos. En cambio, nos dieron una devastadora noticia: nuestro hijo había sufrido un daño cerebral. Cuando alcancé a verte detrás del médico, pude percibir tristeza y preocupación en tu mirada. Cuando regresamos a la habitación, me derrumbé al ver a nuestro hermoso Parker con su alma tranquila incapaz de percibir este grave contratiempo. Mientras se me escapaban los sollozos, me diste un clínex y un abrazo en silencio. No había palabras  para aliviar nuestros sentimientos, pero un gesto tan sencillo marcó la diferencia. A la enfermera que estuvo ahí en uno de los peores días de nuestras vidas, gracias por darnos el consuelo que necesitábamos. 

Dos semanas después, el 6 de agosto, vimos cómo los médicos le retiraban todos los cables y las sondas a nuestro hijo. Mecí al tierno Parker mientras me despedía del él. Y cuando recordábamos cosas de sus últimos momentos de vida, uno de sus equipos estaba ahí, física y espiritualmente. Hicieron fotos, nos llamaron en sus días de descanso para preguntar por nuestra familia: ustedes estuvieron ahí. La mano cariñosa sobre el hombro abatido no pasó desapercibida. Gracias a las enfermeras que nos permitieron llorar y lloraron a nuestro lado. 

En el transcurso de las semanas, nuestra única sobreviviente dio un giro radical. Aprendía a equilibrar mi pena con mi fortaleza para poder animar a Peyton, y, a cambio, ella nos dio la esperanza de poder traerla a casa algún día. Las sonrisas se volvieron más frecuentes mientras hacías fotos de las expresiones de nuestro bebé, y las muecas se convirtieron en grandes sonrisas al vestirla con su ropa. Soñábamos con pasar nuestros días en la habitación, viendo los progresos de nuestra hija mientras le contábamos historias fuera de la UCI. Gracias a todas las enfermeras que me dieron esperanza y un sensación de normalidad durante todo ese tiempo que fue de todo menos normal.

Mientras empacábamos nuestro equipaje y recolectábamos todas las recomendaciones necesarias de las enfermeras, me invadió un sentimiento de tristeza y alegría. Estábamos dejando un lugar que se había convertido en nuestra segunda casa. Nos estábamos despidiendo de nuestros recientes amigos, quienes se convirtieron en parte de nuestra familia en los momentos más críticos de nuestras vidas. Las sonrisas y las palabras de ánimo que nos ofrecieron mientras dejábamos el hospital eran cariñosas y sinceras. Ustedes realmente cuidan de cada uno de los bebés que llega a su unidad de neonatos.

No solo fue una persona la que marcó la diferencia en toda nuestra estancia, sino que una familia de enfermeras cambió nuestras vidas para siempre. A las enfermeras que atendieron a nuestros hijos, gracias desde lo más profundo de mi corazón. Gracias por ser las madres y los padres de nuestros hijos cuando nosotros no podíamos estar ahí, al lado de las cunas de nuestros bebés. Gracias por ser ese hombro en el cual apoyarse, desahogarse, reír o llorar. Quizás ustedes solo estaban haciendo su trabajo, pero están cambiando las vidas de las familias a las que atienden. Se necesita ser alguien muy especial para ser enfermera de la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales. Gracias por ser un empleada milagrosa para mis hijos".

Con la ayuda de todas esas talentosas y maravillosas enfermeras, Stacey y su familia lograron encontrar la fortaleza para luchar por la vida de Peyton. Y estas palabras de gratitud deben de ser el mejor regalo que una enfermera pueda recibir.

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