La increíble historia de la única superviviente de un accidente aéreo

Aunque el avión es el medio de transporte más seguro que tenemos, es natural tenerle algo de miedo ya que, aunque los accidentes ocurren con poquísima frecuencia, cuando sí ocurren, el número de víctimas mortales suele ser el mismo número de personas que iban en el avión. 

Por eso, cuando en el año 1971 un avión con 92 pasajeros desapareció mientras sobrevolaba el río Amazonas tras ser alcanzado por un rayo, la policía determinó que no había ningún superviviente después de 10 días de búsqueda intensiva. Fue entonces cuando una chica salió por su propio pie de entre la maleza de la jungla.

Juliane Koepcke nació en Perú pero sus padres eran alemanes. Él era zoólogo, ella, ornitóloga. Ambos trabajaban en la jungla amazónica, por lo que Juliane se crió en un ambiente bastante distinto al de la mayoría de los niños de su edad. Cuando ella tenía 17 años, se montó junto a su madre (puedes ver a las dos en la foto de arriba) en un avión para volar a Alemania. Era el día de Navidad de 1971.

El avión despegó en medio de una tormenta y, al poco tiempo de despegar, un rayo lo alcanzó. Juliane recuerda: "Después de unos 10 minutos, vi una luz muy brillante en el motor exterior de la izquierda. Mi madre, muy calmada, dijo: 'Este es el final, todo ha terminado.' Esas fueron las últimas palabras que escuché de ella".

El avión se partió cuando estaba a 3 kilómetros de altura. Juliane cayó mientras aún estaba en su asiento con el cinturón puesto. Milagrosamente, sobrevivió: el asiento y la frondosa vegetación amortiguaron la caída y, aunque perdió el conocimiento por el golpe, cuando despertó solo tenía la clavícula rota y un ojo muy hinchado.

Cuando se recompuso, empezó a andar para buscar ayuda. Los años viviendo en la jungla con sus padres le sirvieron de ayuda: ella sabía qué plantas eran peligrosas y cuáles no, y también cómo evitar algunos animales salvajes, como las pirañas en los arroyos.

Lo primero que hizo fue buscar a su madre, que volaba sentada a su lado. No la encontró, pero al cuarto día sí encontró el avión estrellado y muchos cuerpos sin vida. "Me quedé paralizada del miedo", recuerda. "Era la primera vez que veía un cuerpo sin vida". No encontró a su madre entre los cuerpos, pero sí una bolsa con dulces que le sirvió de único alimento.

Siguió andando en busca de ayuda durante días que se le hicieron eternos. Durante ese tiempo, apenas podía ver por su ojo inflamado, y sus heridas infectadas se le llenaban de gusanos mientras dormía. Pero no se rindió, y finalmente su determinación por sobrevivir dio sus frutos.

En el décimo día, algo la despertó: eran las voces de unos leñadores que pasaban por la zona. Cuando Juliane se acercó a ellos, estaba tan deteriorada que se pensaron que era un fantasma sacado de alguna leyenda folclórica. Cuando les explicó que era una superviviente del accidente, los hombres la ayudaron y la llevaron a la ciudad más cercana, que estaba a 7 horas de viaje en barca. 

Ya a salvo en un hospital, se reunió con su padre. Mientras se recuperaba de su dura experiencia, recibió la noticia de que habían encontrado el cuerpo de su madre. De alguna forma, ella también había sobrevivido a la caída, pero las heridas eran demasiado graves y murió tras unos días en la jungla.

46 años después, Juliane sigue los pasos de sus padres y trabaja como bióloga en Perú. Ahora ha recompuesto su vida y vive para contar una impresionante pero traumatizante experiencia que se llevó la vida de 91 personas, incluida la de su madre. Hay varios libros y películas basados en su historia, pero ella es la única que puede contarla en primera persona. Todo un ejemplo de superación y perseverancia.

Créditos:

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