Doctora ayuda a una madre a superar lo que la gente piensa sobre ella

Lamentablemente, la gente tiene el mal hábito de juzgar a los demás sin saber todos los hechos. Son pocas las ocasiones en las que se paran a preguntar qué es lo que está pasando en la vida de las personas para entender por qué actúan de la manera en que lo hacen. 

Júlia Rocha, del estado de Minas Gerais en Brasil, es doctora de profesión y sabe muy bien la cantidad de críticas que la gente puede llegar a hacer. Después de ver a una paciente del SUS (el sistema médico gratuito de Brasil, el cual usa la gente que no puede permitirse un seguro de salud) y escuchar su confesión, tuvo que escribir esta publicación en su perfil de Facebook: 

"¿A CUÁNTAS MADRES DESNATURALIZADAS CONOCES?

¿Con cuántas has entablado una conversación?

Laura, una chica de 28 años, vino a mi consulta verdaderamente nerviosa. Con una sonrisa tímida, mirando al suelo, rara vez me miró a mí. Frotándose las manos, respiró hondo y me dijo:

"Estoy aquí porque mi madre me ha dicho que tengo una depresión postparto". 

"Ummm...".

"Pero también me ha dicho que tengo de todo", y sonrió. 

"¿Todo?"

"Sí. Dice que tengo esquizofrenia y que soy bipolar". Y entonces sonrió de nuevo antes de continuar. "Oh, mi madre...". 

"Pero, ¿ y tú qué piensas?"

"Bueno, tengo un poco de anemia. Pero eso se debe al tratamiento que he seguido para perder peso. Estaba como una ballena". Sonrió otra vez. 

Yo fui la que pidió que Laura viniera a verme. Su hija de cuatro años presentaba serios problemas en relación con sus hábitos alimenticios. Tenía obesidad y apenas podía seguir el ritmo de sus actividades escolares. Las vacunas siempre se le habían administrado tarde y solo le fueron administradas porque los doctores insistieron. Tras considerar todo esto, decidí que tenía que conocer a sus padres. Les ofrecimos una cita y la madre quiso venir la primera. 

"Aparte de la anemia, ¿tienes algún otro problema de salud?"

"No". 

"¿Qué me dices de la depresión postparto? ¿De dónde ha sacado tu madre esa idea?"

"No lo sé. Ella ni siquiera me conoce tan bien como para decir tal cosa. No tenemos mucha relación. A mí me crió mi abuela..." (Se quedó callada un momento). "Me casé con el hombre equivocado, doctora. Alguien que nunca se ha sentido querida, alguien que ni siquiera se ha querido ella misma, alguien que piensa que está gorda, que es fea... Y luego llega un chico y te dice algunas palabras bonitas..." (Otro silencio). "Cuando me quedé embarazada, ya había decidido que lo iba a dejar. Cuando me enteré de mi embarazo, me sentí perdida. No lo acepté". 

"¿Y cómo fue tu embarazo?"

"Duro. Mi hija no estaba creciendo dentro de mi vientre. Aunque yo estaba comiendo, ella seguía siendo muy pequeña. Me decían constantemente que mi cuerpo la estaba rechazando..." (Y aquí lloró por primera vez). "Nació a través de una cesárea. Estuvo en el hospital durante mucho tiempo. Pobrecita. Tan pequeñita y teniendo que pasar por todo eso". 

"Debe de haber sido duro". 

"Doctora, todo el mundo sabe que estoy cuidando de mi hija muy bien. Puede que tenga depresión o lo que sea, pero cuando ella llega a casa, me las arreglo. Su comida siempre está lista a tiempo, verduras, comida sana. La baño, le cepillo el pelo, la visto, le pongo colonia...". 

"Lo sé". 

"La única cosa que yo quería y que no es posible es que yo ame a mi hija". 

¡BUUUM! ¡Vaya confesión! Sin rodeos. Sin endulzarlo. La mayoría de la gente pensaría: ¡vaya mala madre! ¡Es una bruja! ¿Cómo puede decir algo así?

"Yo actúo como si la amara..." (Sigue llorando). "Pero no lo siento. Porque, doctora, no lo sé. Lo intento, me esfuerzo. No sé qué hacer para amar a mi hija". 

"Laura, no hay bien o mal. Preocuparte por su dieta, su higiene, su salud es otra forma de amor". 

"Yo no quería ser así". 

"¿Cómo eras tú con tu madre?"

"Bueno, no viví con ella. Me dejó con mi abuela. En los pocos ratos que pasamos juntas no construimos una amistad... una intimidad... no sé". 

"¿A ti te han dado ese tipo de cariño que crees que le tendrías que estar dando a tu hija?"

"Nunca. Nadie". 

"¿Y cómo era tu abuela con tu madre?"

"Oh, ellas no hablan mucho". 

"¿Y cómo fue tu abuela con tu bisabuela?"

"Vaya. ¡Dicen que esa mujer era el diablo! Apaleaba a sus hijos con un bastón. Lo hacía para hacerles daño de verdad. Cosas que yo ni siquiera puedo pensar en hacerle a mi hija". 

"Laura, te voy a decir algo de todo corazón. No quiero ofenderte a ti o a tu familia. Te digo esto por amor: solo podemos dar lo que tenemos. Para dar amor, tenemos que sentirnos amados. Es como decirle a un niño que me tiene que dar un coche. No es posible. El amor que yo recibí cuando era pequeña es lo que me inspira hoy para amar a otra persona. No recibí odio, así que no soy capaz de odiar a alguien". 

Me miró como alguien que aprecia la comprensión...

" Por otro lado, mira esta bonita historia sobre saltar obstáculos que me estás contando: tu bisabuela les pegaba y les hacía daño a sus hijos. Quizá porque aprendió que era lo correcto. Tu abuela sobrevivió a esta violencia, pero no pudo crear un vínculo de amistad y cariño con tu madre. Tu madre ahora puede hablar contigo y, a su manera, te guía e intenta ayudarte. Estás dando un gran paso y buscando comprensión. Fuiste capaz de sobrevivir al dolor y a los días en los que tu hija estuvo en el hospital. Te preocupas por sus hábitos alimenticios, su ropa, su pelo, su colonia. Tú ya amas a tu hija. Nadie es capaz de hacer lo que tú haces sin amar. Probablemente, cuando tu hija tengo su propio bebé, amarle y cuidarle sea algo mucho más natural para ella, ¡porque ella recordará todo lo que hiciste por ella cuando no era más que un bebé!"

Laura estaba llorando. Y mientras lloraba, me escuchaba. Se quedó con lo que creyó que necesitaba. No hizo caso a lo que pensó que era una tontería. Va a ir a ver a un psicólogo y pedirá una cita con el psiquiatra de nuestra comunidad. 

Laura pudo aceptar el amor que yo recibo diariamente de mi familia y amigos. La cita terminó y aquí está la magia: el amor que yo tengo dentro de mí ahora es más grande que el que tenía antes de conocerla. 

Gracias, Laura <3".

Qué gran ejemplo de mujer, doctora y ser humano. El mundo necesita más personas que puedan ponerse en la piel del otro antes de juzgarlo simplemente. 

¡Bien dicho, Júlia Rocha! Sigue haciendo ese maravilloso trabajo que estás haciendo con tus pacientes. 

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