Una anciana pide matrimonio a un sintecho que conoció hace 40 años

Pocas veces se encuentran en la realidad historias de amor tan apasionadas que podrían perfectamente inspirar un libro, sobre un amor tan intenso que perdura a través del tiempo.

Los protagonistas de nuestra historia son ella, Joan Neininger, y él, Ken Selway. Y ahora, con 88 y 89 años respectivamente, van a poner final a su extraordinaria historia de amor.

Ella lo vio primero. Por aquel entonces, él era un sintecho que rebuscaba comida en los contenedores de basura para sobrevivir. Joan le observaba a través de la ventana de su librería en Gloucester (Inglaterra), donde trabajaba. Sin apenas conocerle, supo de inmediato que él no era como los demás: “Supe enseguida que Ken era un hombre encantador con un alma hermosa. El hombre me cautivó como un espectro”.

Así pues, tenía que encontrar un modo de acercarse a él. Joan sabía que el sintecho no iba a aceptar ayuda ni dinero, así que le preparó unos sándwiches y los colocó en el contenedor donde él rebuscaba a diario. Al ver que se los había comido, Joan comenzó a prepararle sándwiches con frecuencia, hasta que reunió el valor suficiente para invitarle a un almuerzo con ella y su esposo, Norman. Ken aceptó, y así es como el sintecho entró a formar parte de sus vidas, convirtiéndolas en una espiral.

Ken les contó a la pareja cómo había terminado en la calle: había nacido en Londres, pero siendo joven fue evacuado a Gales, donde se convirtió en un "Bevin Boy" (jóvenes reclutados durante la 2ª Guerra Mundial para trabajar en las minas de carbón). Pero un día su padre adoptivo murió, y no le quedó más alternativa que volver a casa con su madre. Sin embargo, Ken había desarrollado problemas mentales y su madre no podía soportarlo, así que le echó de casa. Ken comenzó a dormir en estaciones de tren, hasta que fue a Gloucester en busca de familiares de su padre adoptivo, y terminó durmiendo en una casa abandonada.

Conmovida por su historia, Joan decidió ayudar a Ken en la medida de lo posible. Sin embargo, la constante presencia del sintecho en la vida de Joan hizo que Norman, el esposo, le diera un ultimátum a su esposa. Esta, entonces, abandonó su casa y se compró una caravana. Poco después, Ken se mudó a vivir con ella.

Ken y Joan vivieron varios años felices. Sin embargo, los problemas mentales de Ken, que derivaron en esquizofrenia, pusieron las cosas difíciles. Él oía voces en su cabeza y hacía caso de todo lo que le decían. Pero con el tiempo, Joan aprendió a sobrellevar la enfermedad, y decidió tomar partido haciéndose activista en campañas sobre salud mental.

Por otra parte, Norman volvió en busca de su esposa, y decidió quedarse a vivir con ellos en la caravana. Joan seguía apreciando a su esposo, con el que se había casado a los 16 años y con el que tenía varios hijos. Además, como la relación entre Ken y Joan no era sexual, no tenía problemas de celos. Es más, Ken y Norman eran casi como hermanos. Los tres eran felices juntos, en su pequeño hogar.

Sin embargo, la vida avanza inexorable: Norman murió súbitamente de un ataque al corazón. Ken sufrió también los estragos de la edad y comenzó a tener problemas de salud, así que tuvo que ser trasladado a una residencia. Joan, por su parte, fue a vivir con su hija mayor. La feliz vida que habían compartido había llegado a su fin… ¿o quizás no?

Joan y Ken no podían soportar la soledad de vivir sin la compañía del otro, así que ella se mudó a la misma residencia donde Ken vivía. Y allí, con 88 y 89 años respectivamente, después de conocerse desde hace más de 40 años… ¡Joan le pidió matrimonio a Ken! Y él, por supuesto, aceptó.

La boda se celebrará este mismo año, el 18 de febrero, el mismo día del cumpleaños de Joan. ¡Doble ración de alegría!

A pesar de que Joan le quita importancia, Ken asegura que ella le salvó la vida. Si no hubiera sido por aquella mujer que le preparaba sándwiches, él probablemente se hubiera quitado la vida. Pero está claro que el destino tenía otros planes para ambos, y que se trata de un amor verdadero. Esto sí que es un final feliz.

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