Una enfermera salvó a 2.500 niños judíos de una muerte segura

Cuando Irena Sendler nació, un frío 15 de febrero de 1910 en Varsovia, Polonia, su padre le dio una lección que la marcaría el resto de su vida: presta tu ayuda siempre a todos los que lo necesiten. Lo que no sabía Irena, ni su padre, es que esta enseñanza acarrearía consecuencias más allá de sus propias vidas.

Cuando Irena tenía solo 7 años, su padre, médico de profesión, murió de tifus. Siguiendo su ejemplo, con el tiempo se convirtió en enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia, que también ofrecía comida y ropa a los más necesitados. En la Europa de aquella época se tenían muchos prejuicios contra los judíos pero, aunque Irena era católica, siempre les prestó toda su ayuda.

Al poco de comenzar la Segunda Guerra Mundial en 1939, los nazis crearon el Gueto de Varsovia, donde se excluyó a las familias judías. Fue entonces cuando comenzó el horror. Irena, alarmada por las infames condiciones de vida del gueto, decidió tomar cartas en el asunto y se unió a la Zegota (Consejo para la Ayuda de los Judíos). A medida que la situación empeoraba, tuvo claro que había que hacer algo, aunque así arriesgara su propia vida: junto con otros colaboradores, comenzó a sacar en secreto a todos los niños judíos del gueto, donde les aguardaba una muerte segura. Una vez fuera, se los entregaba a familias de acogida u orfanatos. Sin embargo, aunque sus intenciones eran buenas, no todas las madres estaban dispuestas a dejar a sus niños al cuidado de extraños. La mayoría de esas familias fueron llevadas a los campos de la muerte.

Como los nazis tenían un fuerte control del gueto, Irena tuvo que buscar formas muy creativas de esconder a los niños para que pudieran escapar: la mayoría de las veces salían en ambulancias con enfermos graves que debían ser trasladados al hospital, pero a medida que aumentaba la vigilancia, tuvo que esconderlos en sacos, cestos de basura e incluso ataúdes. De entre todos estos niños destaca Elzunia, a la que Irena salvó metiéndola en una caja de madera en un cargamento de ladrillos cuando sólo tenía 5 meses. El único recuerdo que le quedó a esta niña de su familia fue una cuchara de plata que su madre escondió entre su ropa.

Irena consiguió salvar a más de 2.500 niños de un destino cruel, y llevó un registro de todos ellos, que escondía en botes en el jardín de su vecina. Su plan iba viento en popa, hasta que todo se torció: los nazis descubrieron lo que estaba haciendo y la detuvieron. Ya en la cárcel, torturaron brutalmente a Irena, que lo soportó valientemente y se negó a dar ni un dato sobre los niños. Es entonces cuando los nazis la condenaron a muerte. Pero el destino tenía otros planes para ella: los simpatizantes de la enfermera sobornaron a un soldado que la ayudó a escapar. Desde entonces, vivió con una identidad falsa, pero nunca dejó de ayudar a los demás.

Cuando la guerra terminó, Irena desenterró los botes con el registro de todos los niños a los que había salvado y se lo entregó al Comité de Salvamento de los Judíos Supervivientes. Más tarde, se casó y tuvo 3 hijos, y vivió feliz sabiendo que había hecho lo correcto: "La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad", contó la propia Irena.

En 2007 fue nominada al Premio Nobel de la Paz. Finalmente, murió en 2008 con 98 años de edad. Su labor fue asombrosa, pero más aún su valor. Irena arriesgó su propia vida para rescatar a 2.500 niños que probablemente estarían muertos si no fuera por ella. Esta enfermera de corazón de oro jamás caerá en el olvido, pues habita en el alma de cada vida que salvó.

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Perfecto.guru

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