Una víctima inocente de la guerra regresa poco a poco a la vida

Advertencia: este artículo contiene imágenes que podrían herir la sensibilidad de algunos lectores.

El 24 de agosto de 2015, la vida de Kolya Nizhnikovsky, de 11 años, se partió en mil pedazos.

Kolya vivía en medio de la guerra que estalló entre Ucrania, Rusia y las fuerzas pro rusas del país. Sin embargo, la vida cotidiana seguía su curso, y aquel día Kolya se encontraba jugando fuera con sus amigos, como siempre. Además de Kolya, se encontraban su hermano de cuatro años, Danya y sus amigo Sasha, de 11 años, y Serezha, de 10 años. Los niños querían aprovechar el buen tiempo para jugar a su juego favorito: husmear lo más cerca posible de la base militar. A pesar de que los viejos cuarteles se veían casi vacíos y la aventura parecía bastante segura, los chicos estaban muy entusiasmados. 

Pero ese fatídico día Kolya y sus amigos no llegaron demasiado lejos porque encontraron algo más interesante en la hierba, al lado de la carretera de acceso. Kolya recogió algo y se lo mostró a los demás: un objeto grande de metal. Era un misil antitanques, un arma de verdad. Emocionados, todos pedían su turno para cargar el arma. Pero la bomba pesaba tanto que se les cayó de las manos. A partir de ese momento sus vidas cambiaron para siempre.

Un impacto, el misil explotó.

.flickr.com/photos/monusco 

La familia de Kolya no vivía muy lejos. Su madre, Alla Nizhnikovsky, recuerda el momento exacto: "Escuché una fuerte explosión y corrí de inmediato hacia afuera". Con lágrimas en los ojos, siguió con su relato: "Fue horrible cuando los vi, parecía como si alguien hubiera puesto a los niños en una trituradora de carne. Danya estaba cubierto de sangre. Cuando lo recogí, respiró dos veces más y murió. Kolya estaba al lado de la carretera. Sus piernas estaban en carne viva, hechas pedazos". 

Los niños que sobrevivieron tenían heridas graves. Serezha perdió un ojo, Kolya ambas piernas, el brazo derecho, y a su hermano pequeño. Llevaron a los niños de inmediato al hospital más cercano. Kolya se encontraba en un estado tan crítico que los médicos le indujeron un coma. Cuando recobró la consciencia, seguía en peligro: estaba ciego de un ojo y no se podía mover. Tenía el cuerpo cubierto de quemaduras y una herida de gran tamaño en la frente.

Su madre, Alla, se encontraba en una situación límite. Tenía que cuidar y ayudar a Kolya mientras lloraba la pérdida de su hijo pequeño. Al final, poco a poco se hizo evidente que no podría pagar el tratamiento para salvarle la vida. Necesitaba un milagro. Y ocurrió. Se llamaba Elena Kuneva, una activista de una organización altruista local. Cuando Elena escuchó la historia de Kolya, fue enseguida a verlo al hospital. "Cuando lo vi tuve que contener las lágrimas y parecer fuerte ante él", expresó la mujer.

Unas semanas después de la explosión, Kolya yacía en cama con un trastorno ansioso depresivo postraumático, no podía hablar. Elena estuvo muchas horas con él enseñándole fotos de atletas famosos con minusvalías. Finalmente, pudo convencer al niño de que valía la pena seguir viviendo. Pese a su terrible desgracia, la vida tendría momentos felices, le ofrecería nuevas aventuras. Y podría llegar a comprender que él no era culpable del accidente. Él solo era un niño.

Al mismo tiempo, Elena se puso en contacto con una organización canadiense que trabaja en Ucrania, la cual empezó a recolectar dinero en su nombre. Reunieron la cantidad necesaria para enviar al niño de 11 años a Montreal en diciembre de 2015.

En Canadá, el niño se sometió a varias operaciones agotadoras. Debido a que estaba creciendo con mucha rapidez, los médicos tuvieron que operarle una y otra vez lo que le quedaba de piernas para prepararlo para la prótesis adecuada. Además recibió un trasplante de córnea que le permitió ver nuevamente con ambos ojos.

Todavía no ha terminado su tratamiento. Aún tiene que aprender a usar su cuerpo de nuevo. Pero ha recuperado la fortaleza y está muy motivado. Ya está aprendiendo a caminar, nadar y correr nuevamente. También ha empezado a escribir y dibujar con la mano izquierda.

Muchas personas en Montreal se enteraron del caso de Kolya y se acercaron a ayudarlo de todas las formas posibles. Su madre estaba profundamente conmovida: "La gente le llevaba caramelos y buenos deseos. Le regalaron ropa y juguetes. Cuando la gente supo que Kolya quería ser informático de mayor, incluso le compraron un ordenador".

Kolya estuvo en Canadá casi un año, donde realizó grandes progresos. ¡Se convirtió en un personaje muy conocido, incluso se reunió con el Primer Ministro, Justin Trudeau!

El 22 de noviembre de 2016 le llegó el tiempo de regresar: Kolya volvió a Ucrania. Al principio estaba muy triste de dejar Canadá, un país que lo trató con mucha generosidad. Pero esto cambió cuando vio la sorpresa que lo esperaba en su casa de Mariupol. 

En su ciudad natal, trabajadores voluntarios habían logrado reunir el suficiente dinero para construirle una nueva casa a su familia, lejos del lugar del accidente. Se mudarán el próximo año. 

Todavía necesita tratamiento médico, pero su recuperación avanza día a día. Hay una página de Facebook para todo aquel que quiera ayudar a la familia. ¡Todo lo mejor para ti, Kolya! Deseamos que muy pronto puedas llevar una vida normal, saludable y feliz!

La guerra es uno de los peores demonios de la humanidad. El lado más obscuro lo sufren las inocentes víctimas civiles, personas como Kolya, su hermano pequeño y su familia entera. El conflicto en Ucrania comenzó en 2014, y desde entonces 10.000 personas han sido asesinadas. Kolya y su familia creían que al no estar en un área en disputa, estaban a salvo. Pero la guerra no respeta ningún límite. Todos deseamos que el conflicto termine muy pronto. Mientras tanto, que no se cobre más víctimas inocentes.

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