Un soldado escocés engañó a toda Europa con un país inventado
En la era de Internet, los estafadores se encuentran por doquier, a la búsqueda de nuevas víctimas a las que engañar. Y si uno no es precavido, puede verse con una compra que jamás llega y un dinero que nunca vuelve... Pero los estafadores de la actualidad son simples aficionados si los comparamos con Gregor McGregor, el maestro de los engaños. Y es que no podrás creerte la que armó... y eso sin la ayuda de Internet.
The Conman Cazique of Poyais https://t.co/uPlmryO2TB pic.twitter.com/EP82nBBeM8
— Adam Matthew (@AdamMatthewGrp) 14. Oktober 2016
Nos remontamos al siglo XIX. Gregor McGregor era un soldado escocés que viajó a Venezuela en 1811 para participar en la Guerra de la Independencia como coronel bajo las órdenes de Simón Bolívar, luchando por la libertad del pueblo venezolano. Pero Gregor no pasaría a la historia por su valentía y coraje en la batalla. Más bien, fue lo que hizo después lo que le aseguró un puesto en los libros de historia.
En 1820, Gregor volvió a Reino Unido con increíbles historias que contar a sus conciudadanos... y no todas eran necesariamente ciertas. Les contó a todos que había sido proclamado Príncipe de Poyais y Cacique del pueblo de Poyais, un lejano país de Latinoamérica, desconocido para los ingleses. Gregor sostenía que Poyais era un país de grandes y ricos terrenos, con minas de oro y plata, que se encontraba en la bahía de Honduras. Para hacer más verídica su historia, dibujó un mapa de sus tierras y publicó un libro con datos falsos.
#Historia Reino de Poyais, el país donde daban duros a cuatro pesetas https://t.co/jLSggewxFj pic.twitter.com/exXmjdPkVb
— Angel González (@lavidaconsalud) 12. Januar 2017
Pero lo cierto es que Poyais no existía, y era en realidad un terreno inhabitable rodeado de jungla.
Sin embargo, los ingleses no tenían forma de comprobar la veracidad de la historia, así que confiaron ciegamente en la palabrería de Gregor, que lejos de pensar en las consecuencias, fue construyendo poco a poco lo que sería una magistral estafa a gran escala. Los inversores comenzaron a interesarse por esas tierras que Gregor prometía, y pronto se volvió rico por las ventas.
Pero, mientras Gregor se burlaba de la ignorancia de los ingleses, muchos pagaron las consecuencias de sus mentiras. Entre 1822 y 1823 dos barcos zarparon rumbo a Poyais en busca de una vida mejor. De las aproximadamente 240 personas que llegaron a la tierra prometida, solo 60 personas sobrevivieron. El resto murieron en la jungla. Los supervivientes fueron rescatados un año después por una expedición.
#Poyais, el país que nunca existió y fue la mayor estafa de la historia. Gregor MacGregor creó ese país y vendió su deuda soberana. pic.twitter.com/gcagee4a7Q
— #AsíNosVa (@SegoviaBastidas) 24. Dezember 2016
Finalmente, un año después, la nueva República de Colombia dio la alarma declarando que no existía ningún país con ese nombre, y la noticia se propagó como la pólvora en Reino Unido. En vez de aceptar su derrota, Gregor huyó a Francia, donde volvió a contar las mismas mentiras. Una vez más, los inversores comenzaron a llegar. Pero los franceses eran un poco más escépticos y comenzaron a investigar, descubriendo por fin sus tretas. En diciembre de 1825 fue arrestado.
Pero Gregor era un hombre con suerte. Gracias a sus contactos, fue puesto en libertad tras dos juicios, y regresó a Londres, donde siguió con el mismo juego, redactando documentos falsos. En 1839, volvió a Venezuela, donde pasó sus últimos años de vida hasta 1845.
100 Years Before 'Ponzi', There Was "The Poyais Scheme" - http://t.co/FaWR1Y1i41 pic.twitter.com/QgyQbQopEZ
— State of Globe (@StateofGlobe) 9. Dezember 2014
Está claro que lo que hizo Gregor tiene mérito... ¡consiguió engañar a dos países distintos! Pero, aunque hay que reconocer lo increíble de su hazaña, sus mentiras le costaron la vida a muchos inocentes que sólo querían un futuro mejor. En la era de la tecnología e Internet, donde la información verídica se mezcla con la falsa y es casi imposible distinguirlas, su historia nos da una valiosa lección: no hay que fiarse de lo primero que nos prometen. ¡Es mejor ser precavido que pecar de inocente!