Una mamá neozelandesa pierde 60 kg para dar ejemplo a sus hijos

A la joven neozelandesa Eden Clemmet siempre le encantó tomarse un buen vaso de Coca-Cola. Pensando en retrospectiva, Eden se dio cuenta de que se había criado comiendo Happy Meals, pescado frito con patatas y dulces. A los 7 años sus compañeros de clase la llamaban "Montaña Eden" por el tamaño de su barriga. "Cuando usaba maquillaje para parecerme a las otras niñas, me decían que no me molestara; nada me haría más bonita". 

"Cuando miro mis fotos de cuando tenía 11 años, parece que estoy embarazada. Tenía la cara hinchada. A los 13 dejé de ir a clase para evitar las burlas de mis compañeros. Siempre supe que era diferente al resto de los niños". "A medida que pasaban los años, los insultos se multiplicaban", explica la mujer de 26 años. Cuando a los 14 decidió irse de casa, Eden entró en una espiral imposible: comía cuando y cuanto quería. 

Cuando a los 19 años se quedó embarazada, Eden intentó llevar una dieta más saludable. "Para desayunar tomaba 5 tostadas con mantequilla de cacahuete, y quizás una barrita de chocolate para acompañar. Al mediodía comía filete de pescado frito, contenta por elegir una opción más saludable. Como cena, comía tres hamburguesas y una ensalada bañada en salsa". Sin embargo, pese a sus intentos, Eden pasó de una talla 16 a una 20. 

Después de su primer embarazo, Eden no vio más razones para seguir su "dieta saludable". En su momento álgido llegó a pesar 137 kilos: 3 litros de Coca-Cola eran lo habitual en su día a día. El ciclo se repitió en sus siguientes dos embarazos. Sin embargo, el día que todo cambió fue cuando Eden tomó un vaso con Coca-Cola y se lo dio a uno de sus hijos, cuando solo tenía un año.

Eden se dio cuenta de que tenía que hacer algo mientras aún era joven; debía pensar en sus tres hijos. "A mis hijos les daba patatas de bolsa y chocolate aunque sabía que no lo necesitaban. Creo que así me sentía mejor por no ser la única que comía mal", cuenta la joven. Si sus hijos no se terminaban la comida, ella no dudaba en rebañarle los platos. Pero entonces comenzó el sorprendente cambio de Eden.

"Empecé poco a poco, dando paseos por el barrio y cambiando refrescos por agua con sabores. Esa fue una de las cosas más difíciles que hice. Toda mi vida he sido adicta al azúcar, pero simplemente me dije: ¡puedes hacerlo!". Eden comenzó también a reducir el consumo de alimentos como el chocolate o las patatas y empezó a ir de excursión en bicicleta con su familia.

Las fotos del antes y el después de esta joven son impresionantes.

Aunque no fue nada fácil, Eden está muy contenta con su nuevo estilo de vida. "Me di cuenta de que quedándome sentada comiendo comida basura no iba a ser feliz. Una vez que tienes niños es muy difícil perder peso. Pero yo lo hice por ellos". 

Bravo, Eden, por sentar ejemplo a tu familia y por lograr superar tu reto de conseguir una vida más sana y feliz. ¡La fuerza de voluntad sí que mueve montañas!

 

Créditos:

nzherald

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