Joven con discapacidad se convierte en doctor en Física

“Ser feliz es una decisión, no algo que pase a veces. Ser feliz es aprender a navegar por las estrellas. La gente comúnmente busca el día, el sol, y se desespera en la oscuridad. Pero la persona realmente feliz mira las estrellas y sigue caminando. La felicidad no es una emoción, es un estado de conciencia. Es liberarte de todo. Te da lo mismo la lluvia, la noche, el invierno. Yo soy feliz porque decidí serlo”, reflexiona David Valenzuela, un doctor en Física de Santiago, Chile. Su vida ha sido difícil desde el momento mismo en que nació y los doctores anunciaron con tristeza que el niño “estaba malo”, porque se había asfixiado. Su madre, que en ese momento contempló con horror a su hijo inerte, hoy es la protagonista de su exitosa vida. 

Sara Días estudió Pedagogía en Historia en la ciudad de Antofagasta. Allí se casó con Francisco Valenzuela y tuvieron un hijo: David. El embarazo parecía ir normal, pero a los 8 meses Sara sangró de la nariz. Su presión sanguínea había subido tanto que tuvieron que internarla rápidamente y hacerle una cesárea de urgencia. Pero cuando David nació, casi no respondía. Se había asfixiado durante el parto y los doctores no sabían qué consecuencias neurológicas tendría la falta de oxígeno.

Ya al año de vida Sara observó que su hijo era distinto. No lloraba como los demás bebés y si intentaba sentarse se iba hacia el lado. Desde entonces comenzó con terapia física. "Yo le pregunté si el niño iba a caminar y el médico me dijo que la pregunta correcta era si se iba a desplazar de alguna manera, y él creía que sí. Pregunté si iba a hablar. Me dijo que la pregunta correcta era si iba a comunicarse, y él creía que sí, porque era un niño vivaz”, cuenta Sara.

David aprendió a comunicarse, aunque moverse en general le resultara complicado. Sus notas en la escuela eran sorprendentes y, aunque necesitara de una auxiliar que tomara apuntes por él y le diera de comer, su mente ya demostraba ser brillante. Cuando terminó la escuela se inscribió en Licenciatura en Física en la renombrada Pontificia Universidad Católica de Chile. Se mudó junto a su madre a un pequeño departamento cerca del campus.

Esta vez fue ella la que lo acompañó a cada clase. Mientras él escuchaba lo que los profesores enseñaban, ella tomaba notas y copiaba las fórmulas matemáticas que había en la pizarra. “Yo fui las manos de David. Anotaba todo, que es lo que hacen las manos, aunque no entendiera”. Terminó la universidad como uno de los mejores alumnos de su generación. Él siguió estudiando arduamente, complementando su incapacidad física con una mente ágil, capaz de llegar a cualquier sitio.

Para David, su cuerpo no es una carga. Mientras su madre permanezca a su lado, forman el equipo perfecto. Así fue como terminó su doctorado, también en Física, su pasión. Para él, los fenómenos físicos son lo que le dan el sentido a su vida. Su cuerpo no puede moverse rápido, con normalidad, pero sí puede hacer algo que muchos no hacemos hoy en día: contemplar. Contemplar la naturaleza, sentir el viento, ver a un pájaro alzarse en vuelo. 

Y para lo que no puede hacer, Sara, su madre, está siempre a su lado. Con un vínculo irrompible, han logrado superar todas las dificultades que la vida les ha puesto por delante. ¿Hubiese sido igual de brillante su hijo si pudiese moverse como cualquier otro? Hay preguntas que jamás podremos responder. 

Créditos:

BBC, 24horas

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