Madre decide continuar el embarazo de su bebé con enfermad terminal

A algunas personas les toca vivir situaciones tan duras que parece casi injusto. Pero esas pruebas terminan por engrandecer a los afectados, que fue lo que le pasó a Abbey y Robert, una joven pareja de Oklahoma.  

Cuando recibieron la noticia de que Abbey estaba embarazada de su tercer hijo, no cabían en sí de felicidad. Durante 18 semanas la alegría continuaba y todo iba normal. 

Hasta que llegó el control de la semana número 19. El ultrasonido mostró algo que nadie esperaba: la pequeña hijita no estaba sana. De hecho, estaba tan enferma, que no era posible que sobreviviera más de unas pocas horas después de nacer.

La bebé padecía una enfermedad terminal llamada anencefalia, en la cual el cerebro y el cráneo no se desarrollan por completo. 1 de cada 1.000 fetos puede tener esta enfermedad, pero la mayoría de ellos no logran llegar al final del embarazo y mueren dentro del vientre materno. 

Tomar la decisión de terminar el embarazo o continuarlo, a pesar de la cruda realidad, fue una de las más difíciles de la vida de esta pareja. Al final, decidieron que iban a continuarlo, para disfrutar al máximo las pocas horas que tuvieran junto a su pequeña hijita y, también, para donar sus órganos. “Incluso mis hermanas me dijeron que pensaban que yo estaba loca por querer llevar este embarazo hasta el final”, cuenta Abbey. 

A las 33 semanas de embarazo Abbey sufrió preeclampsia y fue necesario realizar el parto de manera urgente. A las pocas horas, pudieron tomar en sus manos a su pequeña "Annie". Abbey había tejido un gorrito y botitas de lana para ella, así que se las puso para pasar las horas más importantes de la vida de ambas. Tenía todo preparado: iban a leer un libro, sacarse fotos y disfrutar al máximo con sus dos hermanas.  

Fueron las 14 horas más maravillosas para esta familia. Pero de pronto, sin previo aviso, escucharon que Annie emitía un leve jadeo: el momento fatal se acercaba.

58 minutos después, Annie dejó este mundo en los brazos de su madre. “Sabíamos que su vida tenía un propósito, aunque no estuviera hecha para este mundo”, dice Abbey.  

Lamentablemente, no todos los órganos de Annie pudieron ser donados, debido a sus bajos niveles de oxígeno. Pero algunos de ellos sí, y otros fueron entregados para la investigación científica. Para Abbey, el saber que la existencia de su hija estaba ayudando a otros, le alivianó la carga emocional de perder a un hijo. 

“Cargar a un bebé con una enfermedad terminal es, sin duda, lo más difícil que he hecho en mi vida”. Aunque los doctores dijeran que su hija era incompatible con la vida, Annie se pudo convertir en "vida" para otros: siendo el primer bebé recién nacido donante de órganos, su existencia sirvió para que otros pudieran continuar viviendo y para que se continuaran investigando las causas de la enfermedad que la llevó a la muerte. 

La vida de Annie no fue en vano, y sus padres pudieron utilizar esas pocas horas para conocerla, hacerla sentir protegida y entregarle todo el amor que cualquier niño en este mundo debiera recibir. 

¿Alguien más necesita pañuelitos para sonarse los mocos? 

Créditos:

Mail Online

Comentarios

Más de Nolocreo