Un anciano japonés planta un enorme jardín rosa para su esposa ciega

Cada primavera, los periódicos locales y canales de televisión japoneses dedican unos minutos de sus espacios a la misma historia. Se trata de la historia de una casa situada en la población de Shintomi, Japón: la residencia de los Kuroki. En estos últimos años esta residencia privada se ha convertido en una pequeña pero popular atracción turística.  Cada año en abril cientos de personas van a visitar la increíble vegetación de color rosa que recubre el jardín.  El dueño de la casa, Toshiyuki, tiene ahora 86 años y lleva cuidando del jardín durante más de 20 años. Yasuko, su esposa, tiene 76 años y es la encargada de recibir a las visitas y obsequiarlas con su linda sonrisa.  Pero aquellos que lo desconocen, se quedan sorprendidos por el hecho de que Yasuko nunca ha visto este brillante espectáculo rosa en su propio jardín. El motivo y los orígenes del jardín han conmovido a un país en su totalidad.  

Los Kuroki se casaron en 1956. Pese a que su matrimonio fue concertado, pronto se dieron cuenta de que estaban hechos el uno para el otro. Sobrevivir con los escasos ingresos que les proporcionaba la agricultura de secano no era fácil, pero gracias al carácter optimista de Yasuko, el pequeño hogar siempre estaba lleno de risas. Tras ser bendecidos con 3 hijos, pasaron de cultivar a producir productos lácteos, puesto que la demanda de estos incrementó en el país.  Este tipo de agricultura requiere tareas intensas y constantes, y las labores empiezan a las 2 de la mañana cada día. Estas tareas eran necesarias los 7 días de la semana, 365 días del año. La pareja logró hacerlo durante 20 años, al mismo tiempo que criaban a sus hijos y apoyándose el uno al otro durante tantos días de arduo trabajo.  

Tras 30 años de matrimonio, finalmente Toshiyuki y Yasuko comenzaron a pensar en trabajar menos. Su ilusión era viajar por todo Japón para visitar todos los lugares famosos. Era un sueño que tenían desde hace tiempo y para el que llevaban ahorrando años. También fue la promesa que Toshiyuki le hizo a su esposa, quien lo había apoyado durante todos esos años sin una queja.  Sin embargo, nadie pudo imaginar la tragedia que acontecería a la querida pareja. 

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Un día, Yasuko empezó a ver borroso, y a decir que ya no veía las vacas. Yoshiyuki la llevó de inmediato al oculista, pero este no pudo averiguar la causa de lo que aquejaba a la mujer. Entonces, solo una semana después, Yasuko se quedó completamente ciega. Cuando la ingresaron en el hospital, descubrieron que la ceguera estaba provocada por la diabetes. Yasuko tenía 52 años. La ceguera fue un shock total, ya que ella siempre había sido una persona muy activa. Empezó a hablar menos y casi dejó de sonreír. La pérdida de la visión de Yasuko también significó que la pareja tuvo que abandonar la granja.  Toshiyuki no podía cuidar solo de 60 vacas. Toshiyuki tenía el corazón roto y, al mismo tiempo, se culpaba a sí mismo; tenía que haber dado menos importancia al trabajo y más a la salud de su esposa. Perdieron la granja y con ella sus sueños de tantos años. 

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Toshiyuki hizo todo lo posible por animar a su esposa, pero cuando llegó del hospital. Yasuko comenzó a deprimirse y a relacionarse cada vez menos con los demás. Cada vez pasaba más tiempo sola en la casa sin hablar con nadie.  Es como si hubiera perdido la esperanza, sola en la oscuridad. A Toshiyuki le dolía verla en ese estado, pero él también se sentía inútil. 

Un día, durante la primera primavera después de que Toshiko fuera dada de alta del hospital, Toshiyuki miraba por la ventana y se preguntaba por qué había gente reunida junto a su jardín.  Cuando se dio cuenta de que venían a ver el flox musgoso que había plantado el año anterior junto al naranjo, se le ocurrió una idea. Toshiyuki  decidió dedicar más tiempo a plantar más matorrales rosas en su jardín. 

Entonces se dirigió a la parte posterior de su casa, amontonó y preparó la tierra. Eso le llevó 2 años. En verano recogió las semillas, en otoño lo cubrió con fertilizante. Entonces plantó raíz tras raíz de flox musgoso, y los parches rosas comenzaron poco a poco a extenderse. La idea de Toshiyuki era la siguiente: si no podía convencer a su esposa para que saliera de la casa, ¿por qué no invitar a la gente a la casa? Toshiyuki quería llenar el jardín entero de esta flor para que la gente viniera a charlar con su esposa. Cada día se dedicó a plantar las flores. 

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Durante los próximos 10 años, a medida que la voz se corría acerca del jardín rosa, cada vez más personas comenzaron a visitar la residencia Kuroki. En el centro de las conversaciones siempre estaba Yasuko, charlando animadamente con los visitantes de su hermoso jardín. El jardín de Toshiyuki había devuelto la sonrisa al rostro de Yasuko.

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Hoy una impresionante alfombra floral rosa de 3000 m2 rodea la residencia de los Kuroki. Es una vista realmente impresionante. Durante el período de floración, el jardín llega a atraer entre 3000 y 5000 visitas durante los fines de semana. No olvidemos que es un hogar privado. Toshiyuki fue quien también hizo la caminata, las barandas y el banco. Todo ello lo diseñó de tal manera que Yasuko se sintiera segura en sus paseos por las mañanas. Toshiyuki aún trabaja cada día en su jardín. Las sonrisas de la gente es lo que, según él, le dan ganas de seguir. 

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¡Todo esto hecho por él solo!

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En este vídeo puedes ver los paisajes filmados desde un avión:

Todas y cada una de las flores representan el amor de Toshiyuki por Yasuko. Los visitantes se sienten impresionados, no solo por las flores, sino también por la preciosa historia de amor que estas guardan. Si esta historia te pareció preciosa, compártela con tus amigos. Yasuko es una mujer afortunada por tener tan maravilloso marido. Estoy incluso un poco celosa. Si un día pasas por Japón, quizás puedas admirar este asombroso paisaje rosa. ¡Merece la pena!

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