Un ejército femenino del siglo XIX derriba los prejuicios machistas

La historia puede darnos muchas lecciones, especialmente si provienen de lugares asombrosos o de personas que se adelantaron a su tiempo. Este es el caso de un reino del siglo XIX, llamado Dahomey, situado en África subsahariana, donde se encuentra Benin actualmente. 

El rey Behanzin se rodeaba de cientos de mujeres con los pechos desnudos, pero no solo por las razones que te imaginas: ellas formaban parte de un ejército de soldados de élite, conocido por ser más cruel y violento que sus oponentes masculinos. 

Estas impresionantes guerreras fungían como guardia personal del rey, un grupo muy unido que vivía con él. Solo las mujeres tenían permitido permanecer en el palacio después del anochecer. Se les exigía hacer votos de castidad para entregarse de tiempo completo a la protección del rey, quien no tenía relaciones sexuales con sus soldados mujeres, que no tenían permiso de tener hijos durante su servicio.

 

Algunas mujeres pedían unirse al grupo por voluntad propia. Otras eran forzadas a ser parte de él (después de que sus maridos se quejaran de no poder tenerlas bajo control), o las reclutaban desde niñas. 

 

Más allá de su procedencia, la tropa de 6000 elementos femeninos conformaba un tercio de la armada de Dahomey.

 

 

Su entrenamiento era tan duro y brutal como el de cualquier ejército moderno. Aprendían a ignorar el dolor, pasaban semanas en la selva con solo un machete para su supervivencia. Si no lograban superar la prueba final, lanzar a un prisionero a un precipicio para matarlo, las enviaban de regreso a casa. 

 

Después de varios meses de entrenamiento, desarrollaban habilidades excepcionales. Eran temidas en toda la región. Sentían la misma presión que las mujeres de ahora, aunque en campos mucho más peligrosos: tenían que pelear más duro que los hombres para demostrar sus destrezas y ferocidad. Los principios de la tropa exigían combatir hasta la muerte. La derrota no era una opción. 

 

Su rango era casi sagrado. Cuando dejaban el palacio, una esclava caminaba delante de ellas haciendo sonar una campana para que la gente se apartara del camino, y los hombres tenían que mirar para otro lado. 

 

Testigos europeos reconocieron una y otra vez su superioridad durante los combates. Un miembro horrorizado del ejército francés escribió posteriormente sobre una batalla en la que estas soldados decapitaron a sus oponentes y les amputaron los penes con machetes. Después se llevaron los miembros a casa para exhibirlos como trofeos.

 

Mientras pudieran combatir con extrema violencia, las guerreras de Dahomey se libraban de las tareas domésticas y de los trabajos que las mujeres debían realizar en ese tiempo (y que aún siguen haciéndose en muchos lugares). Debido a la posición que se habían ganado y a su experiencia en la armada, eran mujeres independientes. Se creó un arte en su honor para plasmar sus hazañas, por lo que se volvieron legendarias. 

 

En una época en la que las mujeres siguen peleando por la igualdad de salarios, el acceso a los servicios médicos y, a menudo, por su seguridad física básica, podemos mirar al pasado y encontrar ejemplos como el de las "amazonas" de Dahomey que nos demuestran que ideas como la del "verdadero papel" de la mujer y la superioridad masculina son solamente construcciones sociales.

Cuando una sociedad decide hacer las cosas diferentes y les da a las mujeres la oportunidad de, incluso, combatir en una guerra y llevar a los límites su resistencia psicológica y su capacidad de supervivencia, las féminas demuestran que poseen las mismas competencias que los hombres. Ojalá que tengamos muchas nuevas amazonas en la era moderna, ya sea en oficinas, salas de conferencias, gobiernos, universidades, laboratorios, etc... ¡Y en las calles y en los hogares también!

Créditos:

Messy Nessy Chic

Geo

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